jueves, 12 de febrero de 2009

La ausencia de un cronopio

Hace un cuarto de siglo, un cronopio llegaba al cielo de la rayuela en la que jugaba (y que inconscientemente, jugamos todos). Julio Cortázar se ha marchado de este mundo, pero dejó sus obras, que perdurarán infinitamente y son los ladrillos para perpetuar también su memoria. En cada palabra escrita Cortázar marcaba un sendero para ir sin escalas al Olimpo de la literatura, cada nombre y personalidad mencionados en sus novelas, formarían algo así como una enciclopedia cultural en cada uno de sus más acérrimos lectores.
El estilo de Cortázar a la hora de escribir se adecuaba al gusto de quien tenía en sus manos alguna de sus obras: Bestiario, por ejemplo, está compuesto por cuentos brevísimos, Rayuela puede leerse de diferentes formas sin alterar su esencia, Salvo el crepúsculo es un compendio de sus más exquisitas composiciones líricas.....ad infinitum.
Si hoy me preguntaran cómo recordar a este insigne y comprometido escritor, diría que lo recuerdo con una foto de él, que vi hace unos años y que está a la izquierda de este encadenamiento de palabras y oraciones, porque cada vez que releo alguno de sus cuentos o me vuelvo a asombrar con novelas y obras que no leí, me parece mentira que un hombre plasme pensamientos en la hoja y juegue literariamente con la misma avidez y regocigo de un niño al juguetear con su juguete más preciado.

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"El sonido de una voz que se expresa, el tipeo de una máquina de escribir o la imagen de una foto artística o documental, son la sublime melodía para los amantes de la libertad".
Lic.R.Ariel.L.Raimondi