Cuando estaba inmaduro el deseo perezoso,
y la agrietada naturaleza aún dormía,
me levanté al amanecer, entre el gallo que
histiriquea,y entre los nidos que rugían.
Un imposible deseo se convirtió en anhelo,
Y una marmota precipitó en un balbuceo.
Y el júbilo de lo nuevo traspasó el arroyuelo
de cauce retirado,perenne en el infierno.
No traías la indulgencia,
aquella brillaba por su ausencia,
entre la pérfida batalla, y
el incesante golpeteo de algún canalla.
Rocío Fernández
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